Superconejos híbridos: ¿existen?
Artículo escrito por Carlos Díez y Carlos Sánchez, publicado originalmente en la revista ‘Jara y Sedal’ y recogido en el número de agosto de 2023 de 'Caza en Aragón'.

No. Los superconejos híbridos no existen. Hay varias razones para responder de forma tan rotunda, pero la principal es que, en términos biológicos, sólo existe una especie de conejo de monte en todo el mundo cuyo nombre científico es ‘Oryctolagus cuniculus’, a partir de la cual han evolucionado las dos subespecies que están presentes en la Península Ibérica: ‘O.c. cunicufus y 0, c. algirus’, pudiendo, en todo caso, encontrarse ejemplares mestizos de ambas en algunos territorios, sin que eso implique un comportamiento anómalo o la generación de daños extraordinarios. Además, del mismo modo que todos los perros cuentan con un origen común independientemente de que se trate de un San Bernardo o un chihuahua, a partir de la subespecie ‘cuniculus’ se han seleccionado las diferentes razas de conejos domésticos que hoy en día conocemos, desde el gigante español que puede alcanzar varios kilos de peso hasta los toy que se emplean como mascotas y no superan los pocos gramos.
Partiendo de esta base, tenemos que descartar la presencia de animales híbridos, puesto que, como indica la Real Academia de la Lengua, "un ejemplar híbrido es aquel animal o vegetal procreado por dos individuos de diferente especie".
Podemos intuir que las diferentes noticias que hemos encontrado en los últimos meses se refieren en realidad a conejos mestizos obtenidos a partir de cruces entre ejemplares domésticos y silvestres que, según las teorías conspiranoicas de las que se hacen eco, han sido liberados al medio natural con ‘oscuros’ objetivos.
Lamentablemente, es verdad que algunas granjas de conejo de monte, con fines de repoblación tanto para la caza como para la conservación de especies amenazadas como el lince o el águila imperial, han utilizado reproductores mestizos en mayor o menor grado con el objetivo de obtener animales más fácilmente manejables y más prolíficos.
Sin embargo, no son pocos los estudios científicos y técnicos que señalan que la repoblación con estos ejemplares supone un fracaso asegurado, con mortalidades superiores al 90% en los primeros días postsuelta... precisamente porque esa mayor docilidad e incapacidad para adaptarse al medio natural hacen que mueran o sean predados de forma rápida, por lo que también sería difícil avalar la teoría de los conejos híbridos en base a repoblaciones.
Conejos trepadores
Las mismas noticias afirman además que los supuestos conejos híbridos presentan comportamientos anómalos, trepando incluso a los árboles o arrasando con mayor voracidad las cosechas, o que incluso se muestran más prolíficos de lo habitual en el medio natural.
Debemos señalar que los conejos de monte son herbívoros generalistas con una amplitud trófíca muy notable, de modo que se adaptan a los alimentos en función de la disponibilidad en cada momento. Esto quiere decir que cuando se encuentran en lugares como olivares o viñedos, donde apenas existe alimento en el suelo por la sequía o el intenso laboreo que muchas veces se realiza en esas parcelas, no tienen inconveniente, ni nunca lo han tenido, en trepar a una cepa o un tronco en busca de los brotes más verdes y sabrosos.
En cuanto a su prolificidad, el tamaño medio de sus camadas en condiciones naturales es de entre tres o cuatro gazapos, pero existen registros de otras más numerosas, sobre todo cuando las condiciones ambientales y de disponibilidad de alimento acompañan, pudiendo alcanzar las seis crías sin problema.

Además, el problema, en este caso, no radica sólo en el número de gazapos por camada sino en su elevada capacidad de encadenar partos cada 35-40 días cuando las circunstancias son óptimas. No podemos olvidar que el conejo de monte es un estratega de la R, que es como los biólogos llaman aquellas especies que normalmente son de pequeño tamaño, vida corta y respuesta muy rápida y cuya estrategia de supervivencia es multiplicarse y crecer muy rápidamente. Es decir, que basa y ha basado históricamente su supervivencia en su elevada capacidad reproductiva. De hecho, a buen seguro que, si no fuese así, con el impacto generado por las enfermedades mencionadas al comienzo de este artículo y los más de 40 depredadores que pueden alimentarse de él ya sería una especie extinguida hace algunas décadas.
Por último, es necesario mencionar que esta situación no es exclusiva de España. Por ejemplo, en países como Australia, donde fue introducido, ante la falta de depredadores naturales genera daños importantísimos en la agricultura y en los ecosistemas, con situaciones similares a las que estamos viendo en algunas partes de la PenínsulaIbérica desde hace décadas.
Además, sin ir tan lejos en el espacio pero sí en el tiempo, cuando los fenicios alcanzaron las costas ibéricas del Mediterráneo quedaron sorprendidos por la elevada densidad de conejos que se encontraron, bautizaron a la Península como ‘I-spha-him’: tierra de conejos.
También existen citas en textos romanos de situaciones, como en las Islas Baleares, en las que la abundancia de esta especie provocaba el derrumbe de algunas construcciones.
¿Por qué ahora estos daños tan importantes?
Es evidente que los daños en la agricultura son muy graves y suponen pérdidas, en algunos casos casi irreparables, pero, ¿por qué se está produciendo ahora esta situación? Para responder a esta pregunta tenemos que citar varios factores que están coincidiendo en el tiempo.
Por un lado, las numerosas poblaciones de esta especie están logrando alcanzar un equilibrio con las enfermedades víricas, de manera que, a pesar de que están presentes, no se producen mortalidades tan elevadas, existiendo un incremento creciente de la inmunidad natural obtenida a lo largo del tiempo.
Al final, a los virus no les interesa que el animal muera, puesto que, si eso ocurre, el virus muere con él, de manera que, desde un punto de vista biológico, lo más conveniente es llegar a ese equilibrio que permite sobrevivir a ambos, sin descartar, evidentemente, un porcentaje de mortalidad y el riesgo de que nuevas variantes puedan provocar problemas en un futuro, seguramente no muy lejano.
Además, en términos científicos, podemos hablar de la teoría de las superpoblaciones: a medida que las poblaciones adquieren un mayor tamaño es más probable que sean capaces de resistir mejor la presencia de enfermedades, puesto que incrementa el número de animales que son capaces de no morir y, por tanto, de generar esa inmunidad natural.
Por otro lado, la primavera es el periodo del año de mayor riesgo para los cultivos: al estar en periodo de brotación son más sensibles al impacto de los daños de conejos y otros herbívoros, de manera que una parcela de trigo o alfalfa que está naciendo o un olivo o una cepa que están brotando pueden ser dañadas de forma rápida y, en ocasiones, irreversible.
Además, los brotes son pequeños y, por tanto, no existe biomasa suficiente para amparar el daño producido, por lo que los conejos avanzan rápidamente por las parcelas en busca de más cantidad de alimento, pudiendo afectar a grandes superficies.
También es necesario indicar que la intensificación en la agricultura hace que muchos cultivos leñosos se encuentren en parcelas en las que apenas existe cobertura vegetal, haciendo que los daños en los árboles aumenten. Tampoco debemos olvidar que no son pocos los territorios que este año están sufriendo el impacto de la sequía, que provoca una reducción de los recursos tróficos disponibles en zonas de matorral o de bosque, haciendo que los conejos generen una mayor presión sobre los cultivos.
Y por último tampoco podemos obviar, en algunos casos, el desequilibrio en los ecosistemas, con la falta de depredadores naturales que hacen que el conejo no cuente con tanta presión.
Esto mismo ocurre, de forma artificial, en los entornos de autovías o vías del tren, donde los conejos se encuentran protegidos por vallados que impiden o dificultan el acceso a los depredadores haciendo que las poblaciones aumenten cuando hay alimento disponible y ausencia de enfermedades.

¿Qué podemos hacer?
Es necesario descartar con total rotundidad la presencia de conejos híbridos por las diferentes razones expuestas, de modo que, probablemente, ese enfoque no sea el más adecuado para intentar encontrar herramientas para el control eficaz de las poblaciones. Por otro lado, es necesario reconocer la gravedad de los daños y de la situación en muchos territorios, debiendo asumir medidas de gestión extraordinarias que, en un futuro, se puedan basar en la prevención y donde el papel de la actividad cinegética debe jugar necesariamente un papel imprescindible.
Es evidente que la situación es crítica y los daños son muy notables, de manera que es necesario actuar de forma contundente pero sin poner en riesgo el equilibro de los ecosistemas o la conservación de esta especie y otras que dependen directa o indirectamente de ella: de ese modo, en primer lugar, es necesario incrementar la presión cinegética en los territorios afectados y, en futuras temporadas, adelantar dicha presión mediante permisos especiales basados no solamente en la caza con perro sino también con hurón antes de que el daño ocurra, al final del invierno, cuando las hembras aún no han alcanzado sus picos máximos de prolificidad.
Desde un punto de vista cinegético es también importante ser conscientes de esta situación y adaptar los planes de aprovechamiento para incrementar la presión sobre la especie durante la temporada de caza allí donde sea necesario y, además, revisar los planes de control de depredadores, como el caso del zorro, con el objetivo de mantener el imprescindible equilibrio en los ecosistemas.
Medidas desesperadas
La prevención de daños basada en el empleo de vallas u otros sistemas disuasorios es ‘costosa y de eficacia limitada, pero sí es cierto que algunos cambios en los modelos de producción agrícola, con el mantenimiento de coberturas verdes en cultivos leñosos o la creación de bandas de cultivo disuasorio en los perímetros de los cultivos principales, sí se han mostrado eficaces en determinadas circunstancias.
Por último, hay que señalar que en casos extremos es necesario revisar la posibilidad de utilizar otros métodos de control –como ya se autoriza por ejemplo en otros espacios como los campos de golf– basados en el empleo de fosfuro de aluminio o sustancias equivalentes, eso sí, descartando siempre el empleo generalizado e indiscriminado de estas u otras sustancias similares.
¿Qué hay detrás de esta teoría conspiratoria? Probablemente, en una buena parte de la población española no exista un especial interés en culpar a un supuesto superconejo híbrido de los males del campo, sino más bien se deba a la presencia de información confusa que de la mano de la desesperación provocada por la situación crítica de muchos agricultores haga que se asuma este discurso como válido cuando no lo es. Sin embargo, probablemente también exista otra parte que, aun conociendo esta realidad, avalada incluso por estudios del propio CSIC y otros centros de investigación, pretendan insistir en la presencia de conejos híbridos, exóticos o, en definitiva, alóctonos con el objetivo de que su control pueda ser realizado con métodos de erradicación destinado a este tipo de especies. Con este enfoque corremos el riesgo de que, si en un momento dado se pudiera llegar a declarar a estos conejos causantes de daños con ese rango de especie exótica invasora, podría también implicar la limitación de su aprovechamiento cinegético, como ha ocurrido con otras especies que no hace mucho fueron declaradas como tal.
¿Qué hay detrás de esta teoría conspiratoria?
Probablemente, en una buena parte de la población española no exista un especial interés en culpar a un supuesto superconejo híbrido de los males del campo, sino más bien se deba a la presencia de información confusa que de la mano de la desesperación provocada por la situación crítica de muchos agricultores haga que se asuma este discurso como válido cuando no lo es.
Sin embargo, probablemente también exista otra parte que, aun conociendo esta realidad, avalada incluso por estudios del propio CSIC y otros centros de investigación, pretendan insistir en la presencia de conejos híbridos, exóticos o, en definitiva, alóctonos con el objetivo de que su control pueda ser realizado con métodos de erradicación destinado a este tipo de especies.
Con este enfoque corremos el riesgo de que, si en un momento dado se pudiera llegar a declarar a estos conejos causantes de daños con ese rango de especie exótica invasora, podría también implicar la limitación de su aprovechamiento cinegético, como ha ocurrido con otras especies que no hace mucho fueron declaradas como tal.